mayo 5, 2024

Por Alejandro Mungarro Daniels

Manuel López Rivera fue uno de los colaboradores más cercanos al General Álvaro Obregón, gobernó a Cajeme en el periodo de septiembre de 1932 a septiembre de 1933.

Prestó sus servicios en varias administraciones municipales y también en varias ocasiones contendió por la Alcaldía.

Fungió como segundo regidor en la administración de Bibiano Martínez; primero en el interinato de Vicente Mexía, desempeñándose en varias ocasiones las funciones de encargado de oficina.

Fue en su administración cuando por primera vez a la policía se le dotó de uniformes, éstos consistieron en camisa y pantalón color caqui, botas de color café y sombrero, además de exigírseles estricta limpieza en su aseo personal, como el del baño a diario y sin usar barba, esto era supervisado personalmente y día a día por él, aplicando severos castigos a quien incumpliera estas normas.

Fue siempre amante del orden y la limpieza, siendo Alcalde del Municipio, cuando ya la Ciudad contaba con una unidad para la recolección de basura y cuando a ésta por alguna razón no había quién la manejara, él salía de su oficina y la tripulaba; de la misma forma cuando esta unidad sufría algún desperfecto mecánico el procedía a repararla.

Se ha dicho que Ciudad Obregón es una de las Ciudades mejor trazada del País, o que fue la Ciudad más limpia de México. No son pocos los comentarios en el sentido de que esto es mero romanticismo, pues aseguran que ni es, ni ha sido la Ciudad mejor trazada, ni tampoco la más limpia, sin embargo, en algunas administraciones municipales sus gobiernos se han preocupado por tener a la Ciudad lo más limpia que fuera posible, entre ellos estuvo Ángel López Gutiérrez, quien fue Alcalde por el periodo de septiembre de 1964 a septiembre de 1967.

De él se cuenta que fue una persona muy peculiar, durante su gobierno se llevaban a cabo —y con bastante frecuencia– actos que al paso de los años serían considerados como actos discriminativos y xenofóbicos; entre éstos, fue el de tratar y poner en práctica la limpia a la Ciudad de pordioseros y menesterosos, es decir, a gente de condición de calle se les prohibía acceso a lugares públicos, a personas de esa índole que eran oriundos de la Ciudad, que vivían o tenían raíces en ella, se ordenaba a los familiares tenerlos siempre en sus casas y no permitirles vagar por las calles, bajo amenaza de una fuerte multa en caso de no cumplir ese ordenamiento; quienes no eran de la Ciudad se les investigaba su procedencia y se les enviaba a sus lugares de origen.

También se realizaron actos y prácticas casi imposibles de llevarse a cabo en estos tiempos, la misma sociedad lo impediría por considerarlo como prácticas homofóbicas. Sin embargo, en su administración y como cosa común se hacían redadas policiacas en contra de homosexuales, rateros y drogadictos, luego, por las madrugadas eran subidos a camiones y llevadas al Estado de Sinaloa, en el monte, cerca de la Ciudad de Los Mochis eran abandonados a su suerte.

En la Ciudad se implementó una campaña que llevaba como propósito la exterminación de perros callejeros. Quienes tuvieran un perro lo deberían tener en encierro, si se les miraba en la calle, la policía y en ocasiones él mismo lo subía a las patrullas e inmediatamente eran sacrificados.

López Gutiérrez llegó a ufanarse de la práctica de estos actos.

Quienes estaban de acuerdo con ellas, hoy en día añoran aquellos tiempos.

Antaño, en cualquier domicilio de la Ciudad se podía dormir con las puertas abiertas, muchas viviendas, principalmente las ubicadas en las periferias de la Ciudad hasta carecían de ellas, y la mayoría tampoco contaban con bardas limítrofes de sus solares.

Otras de sus obsesiones fue el de la limpieza de la Ciudad y la exigencia a los Ciudadanos de tenerla siempre limpia. Se cuenta que en ocasiones personalmente recogía papeles y basura de las calles.

Quizá debido a esto, a Ciudad Obregón por ese tiempo se le dio en llamar la Ciudad más limpia del noroeste. Aunque algunos en forma burlesca —o tal vez disfrazada de envidia– lo llamaban loco.

Del Alcalde Adalberto Rosas López se pueden contar muchas cosas. Entre ellas su buen humor, su plática picaresca y en ocasiones alburera, por ejemplo, varias veces se le preguntó por qué le decían “Pelón”, y él contestaba: Por lo de rosas.

Cuando aceptó la candidatura a la Alcaldía de Cajeme por el Partido Acción Naciones se le acusó de que había traicionado al PRI, a lo que respondió: Yo no traicioné al PRI, no lo hice porque nunca pertenecí a ese partido, no podría hacerlo, simplemente porque el PRI asesinó a mi tío, “El Machi” López.

Siendo Alcalde era común verlo a altas horas de la noche acompañado de los jefes policiacos en diferentes colonias de la Ciudad, platicando con jóvenes y en ocasiones hasta les brindaba algunas cervezas.

También fue cosa común verlo en su domicilio particular, por las noches, atendiendo a personas en asuntos de su gobierno, o en horas de oficina, cuando algún contingente por algún motivo acudía al palacio en son de protesta, salía de su despacho, iba a su encuentro, se apersonaba y en la calle dialogaba con ellos.

Adalberto Vizcarra, fiel amigo y compañero de batallas dijo de él. Tenía un dejo de aversión a las ideologías, no creía en los esquemas. Era un observador agudo de la dinámica social, un agrónomo que merecía el título de sociólogo. Advertía los mecanismos de control y división que estaban dentro de las connotaciones de izquierda y derecha, de ricos contra pobres. Supo desplegarse por encima de esas geometrías. Su inclinación era hacia el pueblo, un concepto que comprende a todos los sectores y estratos de la sociedad.